Alba para liquidar mis noches, vamos tú y yo, mujer de los duraznos, dándole palmaditas a la Muerte desconsolada, porque de tanto amarnos contra los designios de la señora de los huesos, la tenemos podrida leyéndole los poemas inscritos en las caracolas.
Es cierto que ya no soy niño, pero lo intento y juego, y me busco para darme a ti como miel sobre pan blanco, como Ulises a Penélope en cada singladura citadina, sobreviviendo a la melopeya, rechazando a la Muerte con palabras y recuerdos, con utopías de corto plazo.