Fragmento CCXI
La caverna
Marti Lelis
A la medianoche, su smartphone se quedó sin batería. Desconectó la computadora portátil, guardó la Rémington y contempló el papel y la pluma, el frasquito de tinta. Después apagó la lámpara de neón y el quinqué. Sopló a la vela y sacó el pabilo de la vasija de aceite. En la entrada, quedó encendida la fogata.
Por la mañana: romper tablillas de pizarra, olvidar la punta de sílex, meter los dedos en las pastas de color y dibujar bisontes, antílopes atravesados por jabalinas, estampar triunfante en la roca la huella rojiza de su mano.
De noche otra vez: la tormenta, rodeado por la oscuridad, aterrado por rayos y truenos, sentir el impulso de pintar luces, de contar ruidos, describir las fieras que podrían entrar a su refugio, temblar de frío; pero sobre todo sentir el hambre, un hambre por la que haría más, lo que fuera.
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Marti Lelis / Libro de los fragmentos
