Fragmento CLXXVI
Nubes para las tumbas
(Homenaje a Alejo Carpentier)
Marti Lelis
Con manos artríticas deposita las flores en el ataúd y se aleja por el sendero; olvida el bastón, ya innecesario, junto a la fosa que están cavando. Sus pasos, cada vez más vivos, lo dirigen a casa. Se siente menos cansado. El pensamiento, sin embargo, vaga entre los besos repartidos. Un globo azul, nuevamente inflado, baja de las nubes para estar feliz entre sus dedos. Ve pasar el cortejo fúnebre.
Los zapatos, ya demasiado grandes, quedan atrás poco antes de abandonar el traje negro, inmenso y absurdo para el niño que ahora atraviesa el umbral y cubre a gatas, balbuceante y torpe, el último tramo hasta la cama donde su madre recupera el aliento y lo recibe en brazos.
Tras el sonido metálico, las tijeras lo conectan al cordón umbilical e interrumpen el llanto. Cianótico y ensangrentado, se siente succionar hacia el origen, Estigia extraña y tibia donde flota con las manos extendidas hasta sentir las flores blancas que cubren la tumba y se repliegan, delicadamente, una a una en sus botones.
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Marti Lelis / Libro de los fragmentos