Fragmento CLXXXI
Dunas
Marti Lelis
Ahora estoy paleando la arena sin tu ayuda.
“Ya no te amo”, habías dicho tan cínico cuando llegué a casa, y al hacerlo mirabas la foto descolgada de la pared: era nuestro retrato en la playa, las últimas vacaciones, con dunas y bajo un sol quemante que te fruncía el ceño. No dije nada porque de la foto, de entre tus manos en cuenco, la arena había comenzado a resbalar en un flujo pausado que la hacía salir del marco y caer a tus pies, desparramando los granos en la sala. Te quedaste inmóvil, sin saber qué hacer para detener el torrente. Te tomé una foto con el celular y entonces viniste —parece mentira, tú, tan hombre para las mujeres, con tu cara de espanto— a mi lado. Vimos que en la segunda foto la sala seguía llenándose con la arena que escurría entre tus dedos. No tardaría en colmarse. Había que actuar rápido: nos tomamos una foto más con el jardín de fondo y pudimos salir de la casa. Las dunas habían cubierto la planta baja. Decidida a llamar a los bomberos, metí la mano en el bolsillo buscando el teléfono. Había desaparecido. “¡Esto es una pesadilla!”, te dije, pero en tu lugar ya solo quedaba un montón de arena.
Y es lo primero que estoy paleando.
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Marti Lelis / Libro de los fragmentos