La escritora
Marti Lelis
El mal no comenzó con la boda (precipitada por un falso embarazo). No sé lo que pasó, quizás un tumor. Lo cierto es que, cada mes, y a veces antes, mi esposo tiraba a la basura nuestras almohadas y compraba nuevas. Había comenzado con que se despertaba de madrugada, las arrojaba lejos y, en su lugar, nos obligaba a utilizar una cobija doblada. Al otro día me arrastraba al súper a comprar otras, “que no sean de plumas”, me decía. Y yo: “pero hace mucho que el relleno es sintético”. “Nos las llevamos, y no las saques de su envoltura”. Cosa a la que no hice mucho caso la primera vez y, cuando se dio cuenta de que les había quitado el plástico, se horrorizó sin medida y fuimos a comprar otras.
Un día, cuando él se fue al trabajo, encontré bajo su almohada mi vieja Antología de Quiroga, con la hoja doblada en el cuento “El almohadón de plumas”; él la había subrayado, marcado con resaltador y signos de admiración por todos lados. Lo releí, y entonces entendí la obsesión de mi esposo. Hablé con él y me abrazó. “Es sólo un cuento”, le dije cuando regresó. “La casa está limpia. Siempre cambio la ropa de cama”; y se me quedó mirando como quien tiene una epifanía.
Ahora ya no estoy con él. Cuando el embarazo real se me comenzó a notar, no dejaba de tocarme la panza con esa mirada loca, y una vez me dijo: “vamos a comprar sábanas, un colchón nuevo”; y ya no quise averiguar en qué pararía el cuento, éste que estoy escribiendo mientras duerme el niño.
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Marti Lelis / Libro de los fragmentos
