Fragmento CCIX
Una de guerra
Marti Lelis
Fue hace años. Durante la función, el anciano de la butaca de enfrente se protegía de los disparos. En cada secuencia respiraba con la misma agitación que los actores y, por momentos, nada, ni un movimiento. Por momentos se estremecía de nuevo, se llevaba las manos a la cabeza.
Lo estuve observando hasta que apareció la palabra “Fin” y, aún en la penumbra, me dirigí a la salida. De tanto en tanto volteaba a ver al hombre, su cabeza recortada contra el resplandor de la pantalla. Los créditos subían con lentitud como si fueran sus pensamientos.
En la salida una niña me preguntó agitada si ya había terminado la película, le dije que sí, y se metió en las tinieblas de la sala, gritando: ¡Vámonos, abuelo! Esperé un par de minutos para verlos salir. Pero no supe más de ellos porque un empleado del cine me pidió retirarme.
A veces pienso que aquello fue una emboscada. Pero no me gusta ese final. En la memoria los hago salir por la puerta de emergencia. Otros días estoy fatalista, así que les imagino una ambulancia y escucho fuerte la sirena. Pero prefiero verlos alejarse, él con las estrellas en los hombros y las medallas al pecho, la niña risueña prendida de su mano.
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Marti Lelis / Libro de los fragmentos
