Fragmento CCXLIX
De Ariadna el cordel
Marti Lelis
Ariadna entró ella misma en el laberinto, dice la otra historia. No se sabe cuál de todos, Minotauros, la invitó a pasar.
Avanza a ciegas, descalza, se adivinan sus pasos titubeantes en el dédalo; vemos sus manos al rozar las paredes frías, el estremecimiento, la soledad; mas ella confía en el cabo atado a su cintura para regresar del odio o del amor.
Y afuera, cuando no regresa: qué difícil para Teseos ingratos que no quieren ver; si van a por ella, si dan con su cuerpo y lo rescatan, dice la vieja historia que, aún sepulto, lo han de abandonar.
¡Ay, Ariadna! ¡Qué delgado y qué grueso es tu cordel!
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Marti Lelis / Libro de los fragmentos
