Guardia nocturna
La espera había sido prolongada. Y, ahora que había terminado, recordó que sus padres lo hicieron y también sus hermanas y hermanos mayores; lo vio en películas y lo leyó en libros infantiles; los vio castos e infamantes y sintió repugnancia, ternura y excitación; le dio vergüenza y curiosidad, pasó noches en vela y practicó en revistas, con peluches, almohadas e incluso con sus brazos y rodillas; también con su reflejo dócil y tembloroso en el espejo del baño. Soportó las burlas de sus compañeros que llenaron de labial sus batas y lo pusieron en ridículo con las enfermeras.
Por eso, ahora que se había quedado a solas con la mujer, y sus labios le dieron la última caricia, no pensó que el frío sería el mismo del espejo, ni que esto fuera la señal de un comienzo.
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Marti Lelis / Libro de los cuentos